Podemos ir a mil eventos sobre transformación digital e innovación, podemos leer las reflexiones de diez mil oradores, gurús, asesores, opinadores y filósofos modernistas manoseando y desgastando los conceptos esenciales de lo que significa cambiar… Pero solo necesitamos ver los primeros 20 minutos de la película 2001: Odisea en el Espacio para encontrar todas las claves que necesitamos para entender, de forma apropiada, la transformación y la innovación.
Y apunto otro dato antes de continuar, esta película fue estrenada en 1968. Y doy importancia a este dato porque a veces olvidamos de donde venimos, olvidamos que la innovación y el cambio siempre han formado parte de la naturaleza humana, siempre han formado parte de nuestros pensamientos arquetípicos… siempre han estado ahí… no nos podemos adueñar del ahora.
Una manada de primates vive alrededor de una charca que utilizan como fuente de agua, protegida por rocas… el grupo es atacado por otra manada, y solo con el uso de la fuerza son capaces de expulsarles de su hábitat.
El silencio, el frio, la desprotección… la aridez de un entorno hostil que se cierne sobre el líder de la manada, que exiliado, intenta abrazar a los suyos, buscando una protección desesperada que sabe que no existe, que no es real, y que probablemente no sirva para afrontar el día siguiente.
Miedo. Incertidumbre. Y mucho frio cuando la oscuridad lo invade todo.
Pero en la desesperación aparece una señal, una idea, un camino, una oportunidad… un monolito que representa el siguiente paso, y que, ante él, todos empiezan a chillar, a generar ruido, a levantar polvo ante una promesa de evolución, que, por el momento, solo es eso, una posibilidad.
Pero uno de ellos da un paso más, y comienza a desarrollar la idea, a jugar con ella, a trabajarla, a modelarla, a hacerla practica, útil… y mientras empiezan a sonar los timbales de la impresionante introducción de Así habló Zaratustra de Richard Strauss, el primate encuentra para qué vale la idea, encuentra su significado, encuentra el uso y la posibilidad se hace realidad.
El grupo, con ayuda de la tecnología, recupera su lugar en el mundo.
No innovamos porque tenemos que innovar, porque es una moda o una tendencia, o porque toca. Innovamos porque lo necesitamos, porque necesitamos reaccionar a las amenazas externas, porque necesitamos expandirnos y crecer. Innovamos porque siempre existe alguien más fuerte y es la única forma de hacerle frente.
Muchas de nuestras ideas pueden estar fuera de tiempo y de contexto, debemos trabajarlas hasta que sirvan para cubrir las necesidades reales del entorno. Esas ideas triunfarán. Solo aquellas ideas que puedan ser útiles triunfarán, este es el verdadero éxito de la transformación, y también su dificultad, no lo olvidemos. El resto, solo serán guiones de libros de ciencia ficción.
Cada persona, cada organización tiene su momento de perturbación y de incertidumbre, pero al mismo tiempo, y esa es la maravilla del ser humano, tiene ante sí su monolito, su señal… que activa a dichas personas y organizaciones a dar el paso siguiente. Cada uno con sus tiempos, por sus caminos, todos diferentes, todos iguales, hasta encontrar el hueso, el siguiente paso tecnológico, la idea modelada que ofrezca soluciones al siguiente amanecer.
Y todo esto, ya lo contó Kubrick en veinte minutos… en 1968.
